Hay una situación en Medicina a la que llaman «momento sagrado», es ése momento en el que el paciente te abre su corazón, aquel momento en el que pasan cosas especiales entre médico y paciente. Aquellos momentos en los que nada debería interrumpir la conversación, la comunicación.
Tengo la gran suerte de atesorar en mi corazón muchos momentos así. Por poneros un ejemplo recuerdo el caso de Diana, una paciente cuyo padre estaba en la fase terminal de una enfermedad. Estuvo sin trabajar para cuidarle y tuvimos muchos momentos sagrados en la consulta durante toda la enfermedad paterna. Momentos en los que hablamos de tantas cosas importantes: la vida, la muerte, los seres queridos, las cosas que importan. Me marché de aquel centro y el padre de Diana aún no había fallecido. Siempre pensé que la acompañaría en aquel momento pero no pude hacerlo. El abrazo que me dio al despedirse fue para mí otro de esos momentos sagrados (era la era pre-COVID).
He tenido momentos sagrados agradables, como comunicar embarazos, como dar buenas noticias de familiares, como conversaciones profundas mientras cosía heridas, y otros desagradables. Como comunicar pérdidas gestacionales, como comunicar que un embarazo es imposible.
Hablar de cosas importantes como la adopción, la acogida, la maternidad y paternidad, el dolor, la cruz, y la alegría, el duelo, la superación.
A veces pienso que me he hecho médico sólo por todos esos momentos.
En uno solo de ellos, a veces, cabe toda una vida.