Flipando

Queridas amigas, ¿cómo estáis? Os pregunto como estáis de verdad, en serio, no por cumplir. No sé si alguna vez os habéis dado cuenta de lo «automática» que hacemos esa pregunta. Normalmente cuando alguien te pregunta cómo estás no quiere saberlo de verdad. No es que no quiera, es que tiene miedo de que le digas que no estás bien, o de que le cuentes un problema. Vivimos en un mundo que da la espalda al dolor, al sufrimiento, a esas cosas que (como diría Aldous Huxley en «Un mundo perfecto») hacen que la vida sea vida, y la vida conlleva esa dosis de contrariedades, frustraciones, sufrimientos, etc, que todos tenemos y que, por otra parte (sí, voy a decirlo), todos necesitamos.

Hala, ya lo he dicho. Y es que puede que no nos demos cuenta pero para crecer, necesitamos experimentar esas situaciones, comentarios, personas, enfermedades… que nos hacen madurar, andar más recto, elevarnos hacia el cielo, dejando ¡tantas veces! de mirarnos el ombligo.

Y flipo. Flipo porque veo que en muchos de los médicos está también ese rechazo. Ese rechazo a que el paciente esté mal, o te cuente que está mal. Veréis, compañeros médicos. Nuestra profesión no es especialmente «happy flower». No estamos (normalmente) para que los pacientes vengan tocando castañuelas. Lo que oímos, palpamos, sentimos en la consulta, la mayoría de las veces son miserias, impaciencias, pequeñeces, dolores y penurias. Sí, esos mismos que tenemos también nosotros y que nos encanta que alguien escuche/atienda. No digo que nos «lo pasemos bien» siendo médicos en el sentido en el que un niño entiende esta expresión. Pero si os digo que veo necesario que hagamos este recorrido, y sabed que como médicos no nos consagramos a chirigotas y fuegos artificiales. Nos consagramos a las personas y esto conlleva escuchar, sufrir, compadecer, cuidar y (muchas veces, si miramos con miras humanas) fracasar. Fracasar en cuanto a un éxito humano, en cuanto a «ser guay», en cuanto a «ser el que más sabe» o «el más conocido». Os digo sinceramente que el prestigio es un agujero negro, que ahora se mide en seguidores o likes, pero esconde la misma soberbia que apareció en el Paraíso. A mí dejadme con mis pacientes y mis alumnos. No necesito más. Me gusta que se reconozca mi trabajo, imagino que como a todos. Pero mi salario lo trae Otro.

No sé por qué me ha quedado el post así hoy pero es lo que tengo dentro, y lo que quería compartir con vosotros. ¡Feliz semana!

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